El Perú ha mostrado un crecimiento económico sostenido en la última década, el cual ha sido impulsado por sectores como la minería y la energía. Sin embargo, la confianza ciudadana hacia las empresas sigue siendo frágil.

Por Cecilia Venegas. 13 diciembre, 2025. Publicado en diario El Peruano, el 13 de diciembre de 2025

Hoy, la sostenibilidad se ha convertido en un factor clave de competitividad y, al respecto, el país enfrenta un desafío urgente: construir una cultura empresarial basada en la transparencia y en la rendición de cuentas genuina.
De cara al 2026, las organizaciones peruanas están llamadas a redefinir su rol social. La responsabilidad social empresarial (RSE) ya no puede entenderse como un conjunto de acciones filantrópicas, sino como una estrategia que combine rentabilidad, sostenibilidad y ética; y, sobre todo, que comunique con claridad su impacto real.
En los últimos años ha aumentado la adopción de reportes de sostenibilidad, especialmente entre empresas con presencia internacional. No obstante, la calidad de la información sigue siendo desigual. En muchos casos, los informes se limitan a cumplir formalidades o replican modelos globales sin adaptarse a la realidad peruana. El reto no está solo en reportar más, sino en reportar mejor. Ciudadanos e inversionistas exigen transparencia real, no discursos.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) representan una oportunidad para transformar el modelo empresarial peruano. Desde su lanzamiento por las Naciones Unidas, las empresas han intentado alinearse con esta agenda global, aunque con avances desiguales. Las compañías grandes o con capital extranjero suelen incorporar más referencias a los ODS, pero muchas veces sin indicadores claros de impacto. La verdadera responsabilidad social se demuestra con hechos: reducción de emisiones, fortalecimiento comunitario y conducta ética.
El sector minero, el principal motor que mueve la economía nacional, enfrenta una exigencia mayor en materia social y ambiental. En investigaciones que he realizado se ponen en evidencia los avances habidos en la divulgación de información sobre desempeño ambiental, aunque aún falta estandarización y verificación independiente. La minería peruana ha progresado en la transparencia de sus reportes, pero todavía está lejos de los niveles observados en países vecinos. Por su impacto, este sector tiene la responsabilidad –y la oportunidad– de liderar una nueva etapa de confianza.
El Global Reporting Initiative (GRI) se ha consolidado como la referencia mundial para los reportes de sostenibilidad, y su adopción en el Perú crece de manera gradual. Las empresas con inversionistas extranjeros muestran mayor cumplimiento, impulsadas por exigencias regulatorias y reputacionales. Esto demuestra que la mejora en transparencia no siempre nace de la autorregulación, sino también de la presión externa, que puede ser positiva si impulsa la rendición de cuentas y eleva la competitividad.
El futuro de la RSE en el Perú se definirá por tres grandes tendencias: la digitalización de la transparencia, la integración regulatoria y la presión de inversionistas y consumidores.
En cuanto a la primera, vemos que cada vez más empresas usan plataformas digitales para difundir reportes y permitir el seguimiento ciudadano de sus compromisos sociales y ambientales.
En lo que se refiere a la integración regulatoria, se prevé una mayor armonización entre la legislación peruana y los estándares internacionales, especialmente los vinculados con los criterios ESG (Environmental, Social and Governance).
En la tercera tendencia, la presión de inversionistas y consumidores, las nuevas generaciones ya no compran ni invierten en marcas sin propósito social o ambiental. La sostenibilidad dejará de ser una ventaja competitiva para convertirse en una condición de permanencia.
De cara a la contabilidad del capital natural, las empresas requieren poder integrar datos económicos, ambientales y sociales para que sus stakeholders puedan tomar mejores decisiones, comprender el papel fundamental de la naturaleza y gestionar los recursos de forma sostenible, valorando un activo que debe ser conservado para el bienestar humano y económico a largo plazo.
El reto más complejo no es técnico ni normativo, sino cultural. La responsabilidad social requiere de una transformación profunda en la mentalidad empresarial, lo cual supone pasar del cumplimiento formal al compromiso ético. Ello implica formar líderes con visión sostenible, incorporar criterios sociales en la gestión y asumir que la transparencia no es una carga, sino una oportunidad para generar confianza.
El 2026 puede marcar el inicio de una nueva etapa para la empresa peruana: una en la que la solidez económica vaya de la mano con la ética, la sostenibilidad y la confianza ciudadana.

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